Basílica de Santa Lucía del Trampal

En el término municipal de Alcuéscar, a unos tres kilómetros del centro de la población, encontramos uno de los templos cristianos altomedievales más interesantes del sur de la península. Se trata de la iglesia de Santa Lucía del Trampal, que a pesar de sus reducidas dimensiones era originalmente de planta basilical, por lo que se la conoce también como basílica de Santa Lucía.

La Gran Enciclopedia Extremeña dice sobre ella lo siguiente:

El mejor hallazgo de época visigoda es la basílica de Santa Lucía en el lugar del Trampal, quizás sobre un santuario pagano previo, como indican algunas de las numerosas inscripciones romanas allí encontradas. La basílica del Trampal es la única de época visigoda que permanece en pie en el área sur de la Península. Tiene un cuerpo de tres naves muy estrechas, separadas por pilares que ya no existen, un estrecho pasillo central que comunica con un crucero, y tres cabeceras rectangulares. A un lado y otro de las naves, se desarrollan habitaciones adosadas de función incierta. Es posible que el estrecho pasillo ante el crucero, cerrado por canceles, fuera el lugar del coro, y el crucero, con salidas al exterior por dos puertas laterales, lugar de comunicación entre las cabeceras y el pasillo. En la cabecera central se dispondría el altar, siendo lo más probable que las laterales sirvieran como sacristías. El cierre de las cabeceras es abovedado en herradura, y el del crucero también.

Debió haber aquí cimborrios cuya fragilidad no ha permitido su pervivencia (actualmente restaurados). La bóveda del crucero está reforzada con arcos fajones de herradura, y éstos, junto con los arcos de entrada en cada cabecera formarían los arcos torales que soportaron los cimborrios. Bajo cada arco existían columnas con carácter ornamental, que, al igual que las impostas de mármol, con labores de talla y capiteles, faltan hoy. La basílica del Trampal, acompañada de otra construcción a 200 m quizás también religiosa, se considera monástica, y fue realizada en el siglo VII.

De la iglesia de Santa Lucía solo ha llegado a nosotros su núcleo central ya que han desaparecido unas habitaciones laterales de las que solo conocemos su planta gracias a las excavaciones arqueológicas, lo que nos permite imaginar su estructura. A la iglesia se podía entrar por dos porches, uno al Norte y otro al Sur, desaparecidos con las habitaciones laterales y cuyas puertas siempre estaban abiertas ya que no tenían ni quicios ni molduras o mochetas. Ambos hechos son excepcionales pues normalmente a las iglesias se accede por el Oeste y sus puertas se cierran con hojas de madera. Así se pasaba a un aula formada por tres naves separadas entre sí por pilares cuyos cimientos aparecieron en las excavaciones y cuyo arranque se señaló en la restauración con sillares. Este aula era la zona destinada a los fieles. Por el testero del aula que da a la cabecera de la iglesia se pasa a un pequeño espacio que servía de coro reservado a los sacerdotes y monjes. También extraña su pequeño tamaño pues apenas podían situarse diez o doce personas, que podemos suponer sentadas en sendos bancos de madera adosados a sus muros.

Una vez pasamos el coro se llega a una nave estrecha y atravesada. Es el crucero que servía de pasillo para acceder a los tres ábsides de la cabecera que abren directamente a él, para lo que además de la entrada desde el coro existen otras dos puertas en sus extremos que daban directamente a las habitaciones laterales. Este crucero quizás sea el elemento más curioso de esta iglesia. Está formado por siete tramos, los tres que están delante de cada ábside cubiertos por una torrecita o cimborrio de tejado puntiagudo. Los dos intermedios y los dos extremos cubiertos con bóvedas de piedra. Estos tramos se separan entre sí por seis arcos de curva muy cerrada llamados de herradura por tener un perfil que recuerda esta forma. El ábside central tenía un gran altar sostenido por cinco pies donde se celebraba la misa mientras que los ábsides laterales, con sendas mesas de un solo pie, servían de sagrario y sacristía.

Otro elemento excepcional sin duda es la presencia de tres ábsides. Aunque hay quien lo relaciona con la herejía arriana no parece que tenga esa intención, sino que simplemente era un recurso arquitectónico. No obstante la iglesia católica era en aquella época muy sensible al número tres, aún reciente el arrianismo visigodo, motivo seguramente por el cual fueron derruidos los tres ábsides originales de San Juan de Baños y sustituidos por una fachada posterior plana. No se conocen otros templos altomedievales de tres ábsides en la península.