Pasados más de treinta años desde del redescubrimiento del templo de Santa Lucía del Trampal, los trabajos de restauración y acondicionamiento pueden darse por finalizados. Sólo esperamos que se
coloquen tejas sobre las cubiertas de los cimborios y el aula, actualmente techadas con placas metálicas.
Ha sido una labor lenta pero eficaz y meticulosa. En los primeros años, una vez asegurado el edificio, la labor iba dirigida sobre todo a la excavación e
investigación.
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A Santa Lucía se llega desde el Este, o sea, por el lado de los ábsides, y ofrece al visitante una primera impresión distinta de todo lo que haya visto antes.
Una imagen contundente, uno tiene más la impresión de encontrarse ante una fortaleza que ante un templo. Al rodearla, y sobre todo al entrar en el edificio, es
cuando se observa su carácter religioso y también su excepcionalidad. El devenir de la historia ha dado a la basílica un aire híbrido y un tanto ecléctico: sillares
romanos dan forma a una cabecera visigoda (o mozárabe), que sustenta unos cimborios rematados por un techado moderno. En la nave, los muros originales, de
mampostería, rematan en un techado gótico, también reconstruido con modernas placas en su exterior, originalmente del siglo XV ò XVI. En esa parte, lo que
se ha reconstruido era ya una reconstrucción, en su momento muy poco fiel al original. En cualquier caso así fue la historia, y este templo de aluvión reúne
hoy día entre sus pìedras dos mil años de la historia de Extremadura.
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