Tienes mucha razón, José, en general le prestamos poco caso al narrador, creo que casi todos lo hacemos de modo intuitivo. Y es importante; incluso un narrador-observador, que sólo relata, es el primer personaje que el autor crea. En tercera persona el narrador no tiene sexo, ni edad, ni ningún otro atributo, pero tiene personalidad, aunque no puede expresar opiniones ni sentimientos. Es el pintor que pinta el cuadro, el ejecutor del estilo, mas en la obra no existe.
Tengo la impresión de que muchos de los que algo escribimos creamos en los inicios un narrador, "el que llevamos dentro", seguramente influidos por nuestras primeras lecturas, y es el que nos sale de modo natural. Tú mismo, o Pedro, muchos otros, yo también, escribimos casi siempre de un modo parecido porque usamos el mismo narrador. Si recuerdas algunos textos de quienes he citado creo que podrás comprobarlo. Este narrador es el amo en tercera persona; escribir en primera persona puede ayudar a domarlo.
Deberíamos dar más importancia a la elección del tipo de narrador. Pienso, por ejemplo, en lo diferente que sería una novela autobiográfica escrita en primera persona o en tercera persona... Es un registro diferente. ¿Se hubiera podido escribir El Quijote en primera persona? ¿Narrada por el propio Quijote? Nooo, él no hubiera podido explicar su historia, ¿quién hubiera sabido entonces que los gigantes eran molinos? ¿Por Sancho, entonces? Tampoco, pues ¿qué sabe Sancho de todo lo que el libro cuenta, tan interesante? Menos mal que Cervantes no se equivocó... ¿Podría Camus haber escrito El extranjero en tercera persona? Creo que habría perdido toda la fuerza; el verdadero motor de esa novela es la subjetividad del protagonista. Afortunadamente tampoco se equivocó. Así que, antes de empezar, dediquemos un momento a elegir bien al narrador.
Saludos
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