¿Es esto un relatillo de crisis? Es por ver si me entero
CRISIS LITERARIA
Anacleto buscaba y rebuscaba entre papeles en blanco, entre las teclas de su máquina de escribir olivetti, pero aquello no aparecía. Se acercó a la estantería donde guardaba todos los signos de puntuación. A grandes manotazos los fue desperdigando por el suelo, que ya se encontraba lleno de ideas sin fraguar. Cuando la estantería quedó absolutamente limpia de signos, como un poseído, se acercó a la pequeña librería y, entre libros, manuscritos y paquetes de hojas en blanco, siguió buscando desesperadamente. Pero nada encontró.
Se mesaba la larga melena con rabia. No podía entender qué estaba ocurriendo. Sabía fehacientemente que la señora que limpiaba no podía haberle robado nada. Entonces, ¿dónde estaban? ¿dónde los podía haber puesto? Y miró bajo la cama, en el pequeño baño y en el fregadero de la minicocina.
<<¡Ya está. Ya sé donde están!>> Y rápidamente se acercó a la pequeña cocina, abrió la puertecilla del cubo de basuras y miró. Nada vio y desesperadamente volcó el cubo en el suelo, extendiendo desperdicios, olores y hasta dos cucarachas que tranquilamente se alimentaban de lo poco de alimentación que pudiera quedar en la basura. Pero nada encontró.
En el centro de la pequeña estancia, se rasgó la camiseta, abrió los brazos y gritó.
—¿Quién me ha robado los idus de Marzo? ¿Quién? ¿Quién?
—¡Oh, Dios, no puedo más! ¡Estoy en crisis!
—¿He dicho crisis? Pero.. ¿qué crisis? ¿De identidad? ¿De musas? ¿De nervios? ¿Diplomática? ¿Política? ¿De ideología? Porque la económica ya ni la cuento.
—¡Ya lo se! ¡Ya me vino la inspiración! Mi problema es una crisis existencial
El autor, convencido de su crisis, se acercó a la terraza de su casa, se sentó mirando al cielo de la oscura noche y recapacitó.
<<Pero según el manual de Salaikeu, la crisis existencial se conoce porque se duda de todo, incluso de uno mismo y yo...>>
Se levantó y acercándose a la barandilla de la terraza, gritó. Y su grito se oyó en toda la calle.
—¡Yo no dudo de nada, pero alguien me ha robado los idus de Marzo! ¡Malditos! ¡Ladrones! ¡Os daré caza, aunque os escondáis en el infierno. Malditooossss! —Y relajado después del grito, se sentó de nuevo
<<¿Como escribo yo ahora un relato sobre la crisis? Si no sé nada de economía; menos aún de psicología, ni de mediambiente, ni de la crisis de los cuarenta, que aún no los he cumplido... ni de...>>
Se levantó de nuevo con desesperación; se acercó a la barandilla y agarrándola con ambas manos, la zarandeó con todos sus fuerzas, mientras gritaba de nuevo.
—¡Si es que no sé nada de nada! ¡Si es que no valgo para nada, Dios, ayúdame! —Y su fuerza se incrementó hasta tal extremo, que arrancó de la pared la barandilla. Tan grande fue su impulso que barandilla, autor y crisis, se vinieron abajo, cayendo a la calle, mientras el grito de desesperación inundaba el aire de la noche de auqel tranquilo barrio
—¡¡¡Quien me robó los idus de Marzooo!!!
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Leo para aprender a escribir; escribo para aprender a leer.