Ernesto observó como la ambulancia se llevaba su cuerpo.
—No, no has muerto. Todavía.
La voz de aquella mujer sonaba distinta, pero seguía siendo seductora.
En la sala de urgencias dominaba el caos, órdenes por doquier, enfermeras corriendo, puertas que se abrían y cerraban con mucha asiduidad. Una voz, que se alzaba sobre las demás, anunciaba que los quirófanos estaban todos ocupados.
La ambulancia que transportaba a Ernesto llegó a la puerta de urgencias en el momento más álgido. La camilla en la que lo ingresaron quedó aparcada junto a un extintor de CO2, sobre sus piernas el historial cumplimentado por el médico de la UVI móvil.
—¿Qué ocurre, por qué me abandonan aquí?
—Ya ves, esta noche tienen tanto trabajo que no pueden atender a todos.
—Pero estoy muriéndome.
—Todavía, no. —susurró la mujer que aún vestía con traje de fiesta.
Alguien se acercó y miró su historial, sacó una linterna lápiz y le revisó las pupilas. Tanteó su yugular buscando un leve golpe de pulso. Una enfermera acudió a su llamada. Con rapidez fue llevado al primer piso y vuelto a abandonar, pero en esta ocasión junto a una puerta cuyo cartel en su parte superior rezaba: Quirófano.
Antes de que Ernesto pudiera protestar por haberlo abandonado de nuevo observó como salía de quirófanos a alguien cubierto con la sábana, caminaban a su lado un hombre con cara de asombro y desnudo, acompañado por una figura oscura y cubierta por una capucha.
Ernesto, con los ojos muy abiertos, miro a su acompañante, y casi con miedo preguntó:
—Pero…, ¿no eres…?
—No. Es ella. —Contestó señalando a la de la capucha, y luego preguntó— ¿Cuál es esa experiencia que te tenía pegado al alcohol?
En aquel momento un hombre vestido de verde, salido de la puerta de quirófanos, cogió su historial, le echó un vistazo, y como una exaltación lo introdujo en el pasillo camino de un intento de salvación.
Ernesto ante tal escena, y sin mirarla contestó:
—Ahora no. Luego…, luego.
—No tengo prisa.
La mujer sonrió mientras observaba como él se seguía a sí mismo.
—Ninguna, aquí estaré esperando.
Una carcajada retumbó en la planta de quirófanos. Ernesto quedó quieto y cuando se volvió sólo pudo ver durante un instante a la mujer moviendo su mano derecha antes de que se cerrara la puerta.
CONTINUARÁ…