Hola Pepa. Hola a todos. Me parece que he encontrado lo que buscaba, un foro serio de gente comprometida que se respeta y no trabaja sólo en beneficio propio. Lo que no sé es si estaré a la altura, pero soy osada, casi inconsciente. Además soy capaz de arañar minutos al tiempo. A veces horas. Voy a intentarlo. Me relaja eso que dices de la no profesionalidad, Pepa,¡menos mal!, y me gusta que te guste que sea mujer y agradezco de verdad tu trabajo exhaustivo. Voy a responder a cada una de tus puntualizaciones:
C Y C, Lo del colchón, sí, excesivo, de eso se trata. Están tan apegados a la forma en que han vivido siempre, que no ven más allá, soportan un colchón deformado donde sus cuerpos maduros no descansarán muy bien. Ni siquiera se les ocurre la posibilidad de cambio. Han tirado la toalla o nunca tuvieron toalla, no sé. Viven por costumbre. Cuando escribo que C-h es incapaz ya de hablar por teléfono, probablemente ese "ya" sobre. Pero yo quería insistir en su modo de ser recalcitrantemente egoista,el ombligo del mundo. Ya antes de quedarse sordo era incapaz de escuchar a nadie. No sé si te lo aclaro un poco. P, En cuanto a ella sí, mi intención era que el lector se quedara con la impresión de que algo muy gordo tenía que haberle pasado para que dejara de hablar, algo físico. Me sentí omnipotente como narradora al poder hacer callar a aquella cotorra cotilla de una vez, y dejarlo en suspense (algún día te contaré lo que le pasó, je, jé). Luis, Tienes razón, suena mejor "me cae bien" que "a mí me cae bien", es una repetición innecesaria, que en ese momento escribí conscientemente, como queriéndolo recalcar y ahora no recuerdo por qué. Claro, Luis en la guerra pasó un hambre terrible y además estaba lejos de su tierra de huerta y sol. Fíjate que sí, el pasar tanta hambre le ha condicionado tanto que sólo está pendiente de comer. Un ser demasiado frágil. Sí, probablemente podría haber cuidado más las frases finales de Luis, pero no quise o quizás no supe cómo hacerlo sin restarle frescura. Hace ya tiempo que escribí esto. A, La mujer sin olfato. Darle el cambiazo es fundamental. Los olores procedentes de su casa le resultan insoportables a la protagonista, que sube siempre las escaleras, se supone que con la respiración un poco agitada y la boca abierta, y le entran los efluvios hasta dentro. Se le ocurre que quizás el marido sea la vía más fácil para cambiar eso sin ofenderla. Tal vez le reconforte el mero hecho de saber que A posee un buen perfume. Doña Luisa, No tiene opinión ni la ha tenido nunca.Sólo ve por los ojos de su marido ¿Para qué necesita los suyos? Lo de las manos vacilantes a mí sí me encaja con un vuelo, depende mucho del ave y de la situación, ¿no te parece? Para terminar, ¿no te asustaría un vecindario en el que cada uno de tus vecinos ha perdido o está perdiendo un sentido? ¿Qué sentido te queda, el común quizás? Gracias por tu trabajo y tu estímulo, te mando un beso grande que soy muy besucona.
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