Hola, Eduardo.
Me gusta a rabiar, la sorpresa final es completa. Diría que todo el relato se basa en esa sorpresa final, que con eso ya no hace falta mucho más; sin embargo lo has bordado.
He visto tanto a un hombre que he tenido que releerlo. En efecto, es la imaginación, el prejuicio...
No obstante, hay un pequeño lapsus: "Me repito a mí
mismo No la...". Por supuesto, no se trata de poner "mí misma" sino de buscar un giro que sin contradecir, tampoco desvele.
Hoy se confunde la simple exposición con la apología. Para las feminazis y similares tu texto debe de ser odioso. Es un gran honor.
Maravilloso y valiente. Abrazos.
Ah, la frase final. Hay una especie de convenio sin mucha lógica, pero es norma.
Si el vocativo va al final, se incluye en la pregunta. Si va al principio, no. O sea:
—¿Está usted ahí, Ana? (Si uno se fija, "Ana" queda incluida en la musiquita de preguntar).
o bien
—Ana, ¿está usted ahí?
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Saludos desde Barcelona - España.