Geografía 4 (Tenochtitlan)
Cierra los ojos y escucha. Final lento vertiéndose por los bordes de la cama. Ningún gesto para detenerlo. Cierra los ojos y escucha. Donde quiera que estés. No nos debemos nostalgias ni nada. Nunca llevamos la cuenta de los “Te quiero”-“Yo también”. Nunca nos lo dijimos. Dejamos esa cuenta, y otras más, sin empezar. Cierra los ojos y escucha. Arranca, triste y melancólico, un saxo. Y luego, algo ronco, un bandoneón. Lento final de humo evanesciéndose con la música hacia la persiana; los cigarrillos. Los ojos fijos en el cielorraso sin cielo. —Tenochtitlan…—empieza la locutora de acento mexicano— fue lo que hoy llamamos México, fundada en … Donde quiera que estés hoy cierra los ojos y escucha. Solo la música. No hay penas ni olvido. Hubiéramos reído de Gardel entonces. — No me digas que crees en el amor. — No, si no querés. — ¿ Y si quiero que creas? — Creo. Cae, desaliento, por los bordes del colchón. Demasiado tarde para creérselo. … el mil trescientos veinticinco. Por el verano del noventa y siete. Después del cigarrillo la prisa de las gotas salpicando en la bañera. — No me digas, después de tanto, que creés en el amor. — No. Pero que lo hay lo hay. Al igual que las brujas. (si le dijera que he escrito dos poemas sobre ella se reiría después de leerlos. Jugamos a una guerra de cerebros pensantes e irónicos levemente sexuados) Quince años después, sin penas ni olvido; permiso de los dos ausentes, uno del otro. Para decir lo que se siente. … se cree que Tenochtitlán … — Creo que sí, que creo en el amor ¿Qué importa? ¿Creer, querer? Solo cierra los ojos y escucha. Piazzolla y Mullligan. Años de soledad. Donde quiera que estés ahora. … después de México-Tlatelolco. Tenochtitlan… Aún tanto después la memoria conserva las colillas en los ceniceros, la madrugada en las hendijas de la persiana, el sonido de la ducha y el aroma del último café pegoteado en los bordes de los pocillos. Antes de que ella recogiera sus cosas y la puerta de calle nos saludara a los dos hasta nunca.
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