El templo moderno

Nada sabemos del edificio del Trampal durante cuatrocientos años aproximadamente. Desde que fue abandonado por los primitivos pobladores hasta que a mediados del siglo XV llegan nuevos monjes. Probablemente encontraron inutilizadas la mayor parte de las cubiertas del templo, por lo que se hizo necesaria una reconstrucción. Pero ésta se apartó bastante de la estructura original, tanto por la necesidad de acometer una obra más sencilla como por las nuevas tendencias en la arquitectura de esta etapa en esa zona de Extremadura, donde la mayoría de iglesias son de una sola nave. Los ábsides apenas sufrieron modificación, pero las estrechas naves laterales desaparecieron, dando paso a una sola sala, más amplia, que no se atrevieron a abovedar por no estar seguros de que los muros aguantaran la carga sin la ayuda de arcos fajones que parece no estaban dispuestos a realizar.

Los reconstructores empezaron por desmontar las estructuras que les parecieron inservibles, decrecieron algo los muros, levantaron arcos ligeramente apuntados para el sustento de una techumbre de madera a dos aguas, rellenaron huecos para dar continuidad a las cubiertas del edificio y poco más. Se colocaron retablos al menos en el ábside central y en el del lado sur, con el consiguiente cierre de sus ventanas. El paso del crucero al aula se cerró, quizá con una reja. Se tapió también la puerta de la fachada sur del aula, dando entrada exclusivamente por la situada en el lado norte, provista de cierre como indica el hallazgo de gozneras. Todos estos trabajos se realizaron a lo largo de muchos años, más de un siglo. Sin duda fue en esta época cuando se adscribió el templo a la advocación de Santa Lucía. Durante tres siglos el templo del Trampal y sus huertos se mantuvieron en uso, con pequeños pero constantes cambios en su estructura, y también una leve pero continua decadencia.

El documento más antiguo conocido que hace referencia a la iglesia del Trampal es la encuesta publicada por Tomás López en 1798, en la que la describe como convento que fue de templarios, por seguro un dato erróneo pues cronológicamente es imposible.

A finales del siglo XVIII parece entrar en franco declive, con la llegada de las 'reformas traumáticas', como las llaman Caballero y Sáez. Se tapian los tramos laterales del crucero así como el paso del coro al aula (aunque se deja una puerta), se desmontan los retablos y la reja del coro, todo parece indicar que este espacio dejó de tener una función religiosa. La presencia de troneras y los datos históricos de la zona hacen sospechar que Santa Lucía pudo ser un fortín francés durante la guerra de Independencia.

Terminada la contienda, las modificaciones en el conjunto del Trampal indican que se transformó exclusivamente en una explotación agrícola, pasando a manos particulares por alguna de las Desamortizaciones. Se construyó una casa de labranza de tres habitaciones en el lado Norte, los ábsides fueron acondicionados como cuadras y pesebres y en la antigua aula, ya sin techo, se instalaron abrevaderos, comunicados con lo que fue el coro y el ábside central. El abandono en la conservación del edificio, la falta de techumbre durante muchos años, hizo estragos en las estructuras hasta poco antes bien conservadas. También las reformas agropecuarias se realizaron sin ningún miramiento por el valor intrínseco del templo.

Esta situación se mantuvo durante más de un siglo. Sólo una romería anual recordaba a las gentes de Alcuéscar que allí hubo una vez un templo de culto, dedicado a Santa Lucía.