CRIMEN DE CONCHA LA SOMERA

También en los periódicos de aquellos años constan, y aún algunos ancianos recuerdan, los hechos que relatamos a continuación.

Era a finales del siglo XIX cuando don Rafael García Plata de Osma natural y don Manuel Castilla de Tena, naturales de Guadacanal de Sevilla, fueron invitados a una boda en Alcuéscar. Ambos solteros y según se decía de muy buen ver. En esta boda se encontraban también doña Aurelia Parra y doña Natividad Cáceres, guapas y distinguidas señoritas de la época. En aquel tiempo las bodas de la gente de postín duraban varios días sucediéndose banquetes, bailes y otros festejos. El caso es que en esos días de fiesta los jóvenes tuvieron lo que hoy llamaríamos un flechazo, Rafael se enamoró de Aurelia y Manuel de Natividad, casándose la última pareja de enamorados en el año 1895.

Concha la Somera era una moza muy guapa que se dedicaba a la costura forrando baúles y haciendo trabajos similares. Desconocemos su procedencia pero en esos años se encontraba trabajando en la zona de Guadacanal, en Sevilla, y por alguna circunstancia conoció a don Manuel con quien incluso tuvo un hijo, pero él ocultó completamente esto a doña Natividad, no dijo nada ni antes ni después de la boda.

Doña Natividad pertenecía a una familia honorable que vivía en la calle de la Fragua en la casa más grande y con más historia del pueblo. Ocupaba toda la manzana y contaba con un gran pozo, corral para ganado y un horno de pan en las traseras. Era toda una señora.

Casados los novios, el tiempo pasaba felizmente mientras don Manuel seguía ocultando su secreto. En poco tiempo nacieron dos bellísimas niñas. Bien por presión de Concha, bien por cariño a su hijo, don Manuel lo trajo a trabajar en el horno de su casa donde enseguida fue maestro de palas. Don Manuel contaba entonces 34 años, tenía una hija de seis años, otra de dos y su hijo ilegítimo ya mayor, en su casa protegido y vigilado; todo parecía ir perfectamente.

Pero la tragedia estaba próxima. Un día Concha se presentó sin previo aviso en casa de don Manuel, al parecer con muy malas intenciones. Se dice - aunque no está comprobado - que el trayecto desde Montánchez lo hizo en un coche de alquiler y que al bajar en el Pocito dijo al chófer

- Márchese, que para volver ya me llevarán...

Sin embargo otros dicen que llevaba unas semanas como sirvienta en la casa, ocultando a la señora su relación con don Manuel y exigiendo a éste que legitimase al hijo de ambos. Sea por lo que fuere, llegó el día 19 de febrero de 1905, alrededor de medianoche.

Aquella tarde Concha había subido por el Pocito camino de casa de don Manuel. Preguntó por él a doña Natividad quien le dijo que no estaba en casa. Se presentó como la madre del muchacho que trabajaba en la panadería, lo que era cierto. La señora la recibió muy amablemente, sin imaginar nada aún y permitió que viese a su hijo. La situación debió ser muy cordial, hasta tal punto que la señora dejó que Concha llevara aquella tarde a las niñas a pasear por la calleja del Parral hasta la caseta.

Cuando volvió don Manuel su señora muy contenta le dijo que había venido la madre del empleado que tenían en casa y que se había ido a pasear con las niñas. El marido no supo que decir pero se descompuso y se enfadó muchísimo. Se temía lo peor.

- ¿ Qué te pasa ? - preguntó doña Natividad al verle en ese estado

Desesperado, el marido contó a su mujer lo que tantos años había ocultado. La señora no podía creer lo que estaba oyendo, pero estaba más preocupada por las niñas que por el hecho en sí.

Pasado un rato llegó Concha con las niñas y comenzaron las primeras palabras. Los curiosos acudían al alboroto y se acumulaban en la puerta. Don Manuel se retiró a su habitación diciendo que no quería hablar con aquella mujer. La violencia de la discusión fue en aumento hasta que alguien llamó a la Guardia Civil, que a su llegada calmó los ánimos.

Concha tenía una melena que llegaba a su cintura y que esa noche llevaba recogida formando un gran moño. Antes de retirarse Concha pidió muy mansamente a uno de los guardias que le permitiese hablar con el señor, que saliera un momento porque lo único que quería era solucionar las cosas de su hijo y que no iba a haber más escándalo. Viendo don Manuel la cosa calmada y el cariz razonable que tomaba el asunto salió y se situó entre los dos guardias. En ese momento Concha sorprendió a todos. Con rapidez llevó su mano derecha a la cabeza y sacando un puñal que llevaba escondido en el moño se lo clavó en el pecho alcanzándole el corazón. Lo único que pudo decir don Manuel antes de caer muerto fue

- ¡ Bien me la has asestado ¡

Los guardias, sorprendidos, reaccionaron tarde. Uno dio un culatazo a Concha y el otro quiso rematarla pero doña Natividad se opuso diciendo que no quería más desgracias en su casa. La calle estaba llena de curiosos, ya era cerca de las doce de la noche y los guardias decidieron llevarla a la cárcel.

Pusieron a Concha, aún inconsciente, entre los fusiles a modo de parihuelas y así la llevaron por la calle camino del calabozo. En el recorrido Concha se hizo la muerta a pesar de las injurias y hasta pellizcos del gentío que acompañaba al séquito. Una vez encerrada comenzó a gritar e insultar a todo el mundo.

Al día siguiente la llevaron a Montánchez y suponemos que pagaría caro su crimen.


He escrito una pequeña obra teatral con este argumento. El lector disculpará mi falta de pericia en estas lides, pero me fue solicitada y no me podía negar. Existe muy escasa literatura ambientada en Alcuéscar y esta modesta obra tiene, al menos, esa virtud. Si el lector quiere hojearla puede hacerlo pulsando el siguiente enlace: Teatro.. El crimen de Concha la Somera