Letras entre amigos

      Cuando Iria chasqueaba la lengua, una nubecilla de saliva aparecía por la comisura de sus labios. Nunca pude hacerlo.

      Así era ella, una niña a quien se le daba bien hacer lo que a nosotras, sus amigas, no: trepar a los árboles, hablarnos de Dios con seguridad, adentrarnos en un mundo paralelo mágico y sonreírnos cuando lo necesitábamos.

      Fíjate como la recuerdo, Tomás, fíjate como sigo viendo esa agüita luminosa haciendo acrobacias en su boca; como si fueran espejitos con globos transparentes que se desinflan con cada chasquido.

      Hubo un tiempo en el que mientras todas adoptábamos una imagen más femenina, tensábamos los calcetines y nos negábamos a llevar trenzas; ella aparecía con pantalones, blusas cuyos botones se abrochaban y desabrochaban sin razón aparente y un recogido cualquiera de su melena rubia.

      —No pareces una niña —le dije un día.
      —¿Qué parezco, un chico?
      —Tampoco, no sé lo que pareces.

      Y ella rió con una risa que dibujaba dos hoyuelos en las mejillas de su preciosa cara; y, guiñando un ojo, contestó en voz baja, tan baja como el ronroneo de los confesionarios un sábado por la tarde:
      —Soy un ángel. Los ángeles no somos chicos ni chicas.

      Murió a los veinte años, su corazón no soportó el mundo de adultos y dejó de latir; el trabajo de reinventarlo y componerlo fue excesivamente arduo.

      Tomás, qué maravillosa prueba de amor es tu risa en estos últimos momentos. Mi compañero, mi soporte en tantos años; pero no quieras alejarme de Iria, quiero llamar a un ángel para que me ayude a franquear la puerta de la muerte.

      Iria ha llegado, Tomás, acaricia mi cara y permite que chasquée la lengua y asome la saliva. Entraré por la puerta que me indica; siempre supo más que nosotras: trepar a los árboles, hablarnos de Dios con seguridad, adentrarnos en un mundo paralelo mágico y sonreírnos cuando lo necesitábamos.

Ha querido ser un homenaje a Orson Welles y su final en su película "Ciudadano Kane". Para mí, la mejor en la historia de la cinematografía junto a Do-des-ka-den de Kurosawa.

Deseaba mostrar como al final de una vida, el moribundo (si no tiene ningún tipo de dolencia senil) saca un objeto, una persona que se había quedado en sus neuronas, (la mayoría de las veces escondido, sin haber aparecido durante su vida) y que le hizo feliz.

Gracias, Antony por pasar y comentar.

Después de los dos puntos normalmente no se pone mayúscula, salvo en los casos siguientes:
a) Tras los dos puntos que siguen a la fórmula de encabezamiento o saludo de una carta: Muy señor mío: / Le agradeceré...
b) Tras los dos puntos que siguen al verbo fundamental de un documento jurídico-administrativo: CERTIFICA: / Que D. José Álvarez García ha seguido el Curso de Técnicas Audiovisuales...
c) Tras los dos puntos que anuncian la reproducción de una cita o palabras textuales: Pedro dijo: «No volveré hasta las nueve».

Cuando tengáis alguna duda de este estilo conviene que os acostumbréis a mirar el DRAE y el Diccionario Panhispánico de Dudas. Todo lo podéis encontrar en la dirección http://www.rae.com Es una herramienta indispensable para cualquier escritor, incluso para cualquiera que simplemente escriba.

Así era: Una niña a quién se le daba bien hacer lo que nosotras, sus amigas, no podíamos: Trepar a los árboles, hablar de Dios con seguridad, adentrarnos en un mundo paralelo mágico y sonreírnos cuando lo necesitábamos.

Aquí hay una encadenación de dos puntos, además de las mayúsculas, que no sé si estrictamente está permitido o no, pero desde luego no queda nada bien. Podría quedar así:

Así era, una niña a quién se le daba bien hacer lo que nosotras, sus amigas, no podíamos: trepar a los árboles, hablar de Dios con seguridad, adentrarnos en un mundo paralelo mágico y sonreírnos cuando lo necesitábamos.

Me suena extraña la frase "así era", sin más, después de un punto y aparte que corta toda referencia. Quizá "Así era Iria", o "Así era ella", cerrasen mejor.

Tampoco, no sé lo qué pareces.

dos hoyuelos en su mejilla
O un hoyuelo en cada mejilla, o dos hoyuelos en sus mejillas

baja; coma, no punto y coma. La idea sigue en inmediatez.
(Milagros, creo que es verdad que no tienes idea de para qué sirve un punto y coma . Tendré que ponerte unos ejercicios, ja ja)


Tomás;,
dedazo con la puntuación.

Bien, después de las arrugas, al contenido. Lo has explicado, Milagros, con lo que privas al lector del placer de intuirlo o descubrirlo. La idea es excelente. Sí recuerdo la escena a la que te refieres, al final, cuando muere el prota con la bolita de cristal y nieve en la mano, lo que más le interesó entre tantos objetos como almacenaba en cientos de metros cuadrados. El pequeño detalle que en la hora de la muerte es lo único que importa. Cierras muy bien el cuento, repitiendo la frase del principio. Te auguro éxito cuando lo corrijas.

Abrazos

Belén: Ja, ja, ja. Aquí se ve nuestra diferencia de edad y de generación. En la mía (hace mil años) los Cine Club y los de Arte y Ensayo eran cita obligada los sábados por la tarde.


Fernando, gracias por la corrección.
Efectivamente, no solo en Ciudadano Kane, en otras muertes (incluída la de mi padre) he presenciado lo mismo.


Ja, ja, ja. Pónmelos, estoy muy "espesa" (o lo soy).

Blanca,

Fue la segunda idea que quise transmitir. Gracias por haberte dado cuenta.

Efectivamente, como dijiste en otro hilo, una obra es contemplada bajo distintos puntos de vista según quien la observe. A mí me pareció en Ciudadano Kane que, más que retratar una sociedad decadente, Welles, intentó dibujar la soledad de un hombre poderoso en un camino errado y cómo las cosas sencillas en una vida igualmente sencilla (la bola de cristal y el trineo de su infancia) le hubieran hecho más feliz.

Un abrazo a los tres.

Así era, una niña a quién se le daba bien hacer lo que nosotras, sus amigas, no podíamos: trepar a los árboles, hablar de Dios con seguridad, adentrarnos en un mundo paralelo mágico y sonreírnos cuando lo necesitábamos.

Me fijé en la puntuación y no en esa tilde, que sobra, Milagros.

Esa película siempre se me ha hecho larguíiiiiisima, señal de que no me gusta mucho, a pesar de que reconozco su enorme valor. Hay quien dice que es la mejor de todos los tiempos. Y Dodeskaden... la vi en el cine Alexis, de Barcelona, en la época que citas de "arte y ensayo", dentro de un ciclo japonés. Subtitulada, of course, para más inri. Casi me suicido en el cine, ja ja. Soporto muy mal las películas de acción lenta; creo que el cine, como formato, tiende a aburrirme.

En cambio, a mí me apasiona el cine. Ya sabeis como soy: o me apasiona algo o lo odio (no tengo, desgraciadamente, término medio. Ni la edad me hace conseguirlo).

Fernando, en aquel tiempo me gustaba la Nouvelle Vague y, ahora, Rohmer y Godard me hacen bostezar (los reyes de las películas de acción lenta).

En cuanto pongas "trepar" con minúscula en la última frase cursiva creo que quedará perfecto.

Me empaché de cine en la infancia. Cada semana mi tía nos llevaba a mi hermana y a mí al cine, siempre al mismo, doble sesión, hicieran lo que hiciesen. Ya existía entonces calificación para adultos, niños y todo eso, pero no importaba pues nos conocían, y en el franquismo las películas "no aptas" tampoco tenían nada de particular, más bien era un consejo en favor de los niños. Recuerdo, por ejemplo, Vencedores o vencidos. La pasé dando vueltas por el vestíbulo, a mis nueve años. Sin embargo, de adulto me encantó. Siempre agradeceré la buenísima intención de mi tía pero...

Hace unos veinte años que voy poquísimo al cine. Pero poco es poco de verdad, menos de una vez cada año. Claro que ahora pasan pelis por TV. De las escasas películas que he visto últimamente, la que más me ha agradado ver fue la trilogía de El señor de los anillos, pero la que contiene un mensaje a mi juicio más profundo, hasta terrible, diría, es Mátrix. En otro tiempo esa película hubiese expresado ese mensaje de modo distinto; las técnicas de márketing de hoy día hicieron que se convirtiese en una película más de ciencia ficción, de la que el 98% de los expectadores no captó nada más.

En cine, estoy pez.