Hola amigos lectores, voy a entregarles poco a poco cuatro reseñas que nombré "Luminiscencias", no puedo más que enviar una a la semana espero lo entiendan. Como soy mujer y todos mis textos los narra una mujer (yo), aquí traté de cambiar las cosas y el que narra es un hombre. Mi esposo me contó sus horribles experiencias y otras me pasaron a mí, con todo ello hice esta interesante mezcla de relatos, espero les guste, Vampira.
“LUMINISCENCIAS”
Quiero compartir algunas experiencias en las que quizá ustedes se vean reflejados. Presten atención a estos humildes relatos muy lejos de la saludable realidad.
En algún momento de nuestras vidas hemos tenido ese escalofriante sentimiento de temor ante las cosas que no tienen lógica. El tema de los fantasmas y las apariciones, serán siempre algo que nos lleva a dudar de la verdad, mezclar la fantasía y hasta creer en lo diabólico, a través de hechos tan caóticos, irreales y efímeros como lo que dura el parpadeo de una tenue luz luminiscente en medio de la más espesa oscuridad.
Al platicar sobre estos hechos sobrenaturales, descubrimos que hay otra realidad distorsionada y desconocida, paralela a nosotros. ¿Alguna vez han tenido alguna experiencia escalofriante?, si la respuesta es afirmativa, comprenderán lo que relataré; si dudan, es que no han tenido ninguna vivencia sobrenatural… todavía.
I. ESPANTOS DE LA INFANCIA
Tenía seis años, sentía que continuamente era perseguido y observado morbosamente por un ser invisible, que volaba por los aires y se escondía de mi inquieta búsqueda. Nunca supe qué tipo de ser era, pero por alguna razón yo culpaba a la Luna, creía que era ella.
Todo sucedía por las noches, algunas veces mi inquietud comenzaba justo al atardecer, y trataba de ocultarme hasta debajo de una cobija para que la luna no me encontrara.
Algunas noches mientras dormía, me asaltaban esas inquietantes pesadillas; en mis sueños corría buscando un refugio de la irreverente mirada, pero el "ojo del ser lunar" me encontraba en cualquier sitio donde me escondiera. A partir de entonces empecé a tener horribles apariciones fantasmales.
EL PERRO DIABÓLICO
Recuerdo muy bien una ocasión que estaba en el patio de mi casa al atardecer y de pronto estaba ahí un perro o algo que parecía perro. Era un poco extraño porque en toda la vecindad nadie tenía perro, pero ahí estaba sentado, quieto (yo pensé: manso) y movido por la inocencia y la novedad de una mascota, me acerqué a acariciarlo y cuando esto sucedía se volteó hacia mí exasperado, enseñándome fieros colmillos babeantes, con los ojos inyectados de rojo resplandeciente, el pelo del lomo erizado, el animal parecía crecer ante mí e inmediatamente comenzó a temblar, gruñir y ladrar muy fuerte. Corrí como pude y espantadísimo, entré a mi casa. Mi familia al verme entrar tan asustado, me preguntaron qué pasaba, yo, temblando de miedo y con las palabras entrecortadas les decía una y otra vez que el perro quería morderme. "¿El perro?, ¿cuál perro?", me preguntaban, y yo señalaba hacia fuera de la casa, ellos rápidamente salieron a investigar: "¿Qué perro?, aquí no hay nada", me decían aclarando. Con mucho miedo todavía y temblando me acerqué a la ventana y miré por ella, ya no había nada, había desaparecido el horrendo perro negro tipo pastor alemán, pero todo completamente negro, con los ojos encendidos como llamas del infierno.
Recuerdo muy bien cómo temblaba yo, y temblaba por cuatro razones: la primera, la aparición de tan horrendo can; la segunda: porque el malévolo fenómeno estaba decidido a atacarme; la tercera: por su misteriosa y repentina desaparición; y la cuarta: porque nadie me creyó, quedando como un loco mentiroso.
¿No fue extraño todo esto? Sin embargo cuento la verdad y al recordar, casi puedo sentir como los vellos de los brazos y el cabello en mi cabeza se erizaron en esa ocasión, y ésa extraña y lánguida sensación de vacío y vértigo en el estómago…
EL VIEJO DEMENTE
Sucedió unos dos años más tarde, mientras dormía. Repentinamente desperté por la inquietante presencia de un ser fantasmal; era un viejo que no decía nada pero no dejaba de verme con su penetrante e incómoda mirada fija en mí, sin parpadear. Sus ojos estaban muy abiertos y llenos de pánico. Usaba vestidura blanca, los cabellos canosos y largos como los de un trapeador, llevaba un cinturón de cuero alrededor del torso y en él guardaba una daga. Tomó la daga y se la clavó en el pecho haciendo grotescos gestos de dolor y coraje. Después, sacó la daga junto con el corazón sangrante, todavía palpitando, y me lo enseñó, y se echó a reír con la carcajada más espeluznante que pudieran imaginar. Después, desapareció el demencial anciano sin dejar rastro. Yo estaba muerto de miedo casi en shock, sin poder moverme ni articular siquiera el grito delirante que se ahogaba en mi garganta. Lo único que atinaba a hacer era cerrar con fuerza los ojos, ocultarme bajo mis cobijas, y culpar a la Luna de que me ocurrieran todas estas espeluznantes apariciones...